Cuentos de Amor, estrellas y Almas Gemelas

Young couple touching hands through glass, close-up

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La Despedida

 

El joven, deslizándose en el aire a gran altura junto a su amada, detuvo su mirada sobre aquellos fascinantes acantilados. Su corazón no quería partir. De tanto disfrutar esos etéricos paisajes, de tanto compartir la dicha milenaria de la mano de su compañera eterna, un pedazo de alma se le fue quedando repartido en cada flor, en cada gema, en cada playa, en cada brizna de hierba, en cada surcar el firmamento estrellado con su alma gemela en esos mágicos cielos. Descendieron sobre un verde valle de esmeraldas y musgos coralinos. Él estrechó la delgada cintura de su amor. La leve y fina tela acarició sus largos dedos con una suavidad de brisa en el rostro. Miró sus ojos, luminosos y profundos como aguamarinas encendidas.

Sintió una punzada en el pecho. Ya no los volvería a ver durante eones, durante medidas de tiempo infinitas. Deberían marcharse, cada uno por sendas opuestas, hasta que algún día, después de haber servido muchas vidas, en dimensiones diferentes y envolturas físicas distintas, el Padre Madre Amor los volviese a unir, después de cumplidas sus misiones. Abrazándose, proyectaron el máximo posible de luz interior en cada uno de sus corazones. Un estremecimiento hondo les revivió el anhelo de permanecer unidos por la eternidad, de convertirse en un solo ser, como tantas veces lo hicieran, pero Dios Amor les habló desde muy dentro:

«Las almas que se complementan permanecen siempre unidas, más allá de la ilusión y del olvido.» Sabiendo que perderían aquella elevada conciencia, se miraron por última vez. «Recuerda lo que soy en mi interior, llévame contigo como una presencia viva», se dijeron ambos, pero sin hablar. En aquellas alturas no era necesario hacerlo. «No te dejes atrapar por la ilusión. En las cumbres de la conciencia permaneceremos siempre aquí, volando juntos sobre estos acantilados, sobre estos valles, playas y praderas».

Los ojos de la joven quisieron ser asaltados por una lágrima inoportuna, pero la comprensión la transformó en un sentimiento de esperanza: muy pronto volverían a estar unidos. Ingresarían en la dimensión de las distancias y los tiempos inconmensurables, soñarían la ilusión de envejecer y morir, olvidados de la realidad, pero luego despertarían, nuevamente contemplándose a los ojos, como si acabaran de regresar de un sueño sin tiempo.

Sobre la pareja desciende lentamente una luz rosada, los envuelve. Después se divide en dos. Las esferas se retiran hacia opuestos lugares del firmamento, pero por más que se alejen y separen entre galaxias y estrellas, un tenue hilo luminoso se va prolongando desde la una hacia la otra. “

Enrique Barrios

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